RELATO PREMIADO

     Hola a todos,

     Desde aquí queremos animaros a que leais el relato de Adrián Marcos (1ª de ESO) que, como ya os comentamos, resultó premiado en el I Certamen de cuento y relato organizado por el Ayuntamiento de las Rozas.

     Merece la pena su lectura ¡Tenemos un gran escritor en el colegio!



UNA CADENA DE MISTERIOS

     Me quedé helado cuando mi madre me confirmó que íbamos a pasar la nochebuena en casa de mi tio Felipe Torcuato XII. La casa de mi tío es quizá la única mansión a la que nunca me gusta ir. En el jardín trasero hay un pequeño cementerio familiar custodiado por Nicolás, un perro con muy malas pulgas, con una gran afición por la caza de conejos. Pero lo más escalofriante es, sin duda, las siniestras gárgolas que decoran el tejado del viejo caserón. Solo mirarlas te das cuenta de que te observan, ocultas, con sus rostros llenos de muecas...

     Como mis argumentos para no asistir a la cena no convencieron a mis padres, bajé al coche, respiré hondo y me abroché el cinturón, mientras intentaba no pensar en la triste velada que me esperaba.

     Después de casi una hora de camino, llegamos a la casa. Cuando me disponía a tocar el timbre de la puerta, ésta se abrió sola. ¿Quién estaba detrás? El pesado de mi primo Gus.
    
     Gus es el hijo de mi tía Gertrudis, casada con mi otro tío Godofredo. Entramos al hall. En el piso superior apareció mi tío Felipe Torcuato como de la nada, empezó a bajar las escaleras con su figura delgada y su nariz aguileña que le daba un aspecto siniestro. Sin decir palabra le seguimos hasta el comedor, se sentó solemne en su silla y dijo:

     -Es hora de cenar.

     Todos nos sentamos y empezamos a cenar. En algunos momentos se iba la luz, la primera y segunda vez lo ignoramos, pero la tercera vez se fue del todo. Todos empezamos a gritar, sobretodo yo. Cuando ya me había quedado sin voz la luz volvió por fin. Todo parecía estar bien hasta que dirigí la mirada a la silla de mi tío Felipe: ¡En su lugar habia un esqueleto! La tía Gertrudis se puso histérica, saltando y emitiendo una especie de grititos nerviosos. ¡Casi se cae la lámpara de araña del techo! Teníamos dos problemas: el misterio del esqueleto de mi tío y la obesidad de mi tía. Empezamos a discutir nerviosos sobre lo que debíamos hacer.

     Me pareció escuchar un lamento que provenía del cementerio trasero. Intenté que se callaran para ver si escuchaban lo mismo que yo. Cuando por fin todos confirmamos que algo parecido a un llanto se oía detrás de la casa, mi familia, que piensan que soy el más valiente, me empujó afuera para que investigara quien podía llorar de esa manera. Por desgracia mi primo Gus me había seguido escondiéndose detrás de mí. Casi de puntillas y con mucho sigilo nos dirigimos al cementerio. Al abrir la verja nos dimos cuenta de que el llanto venía de detrás de una gran lápida situada en el centro. Muertos de miedo nos acercamos a mirar; sentada en el suelo nos encontramos una niña que no paraba de llorar.

     -¿Qué te pasa? ¿Cómo te llamas? Le pregunté al menos cinco veces.

     De repente dejó de llorar y se levantó. Tenía el pelo negro y sucio tapándole la cara y un vestido roto que en su día debía haber sido blanco. Se quedó mirándonos y me dijo: "sigue las pistas" mientras señalaba hacia la casa. No entendía nada, así que le iba a decir que nos acompañara a la mansión cuando me di cuenta de que había desaparecido.

     Gus y yo volvimos a la mansión. Mi padre se encontraba al lado del esqueleto de mi pobre tío, empezó a contarnos que, efectivamente, el esqueleto pertenecía a nuestro tío y yo qué sé qué rollo nos soltó sobre cómo lo había descubierto. Aunque sinceramente pienso que su "magnífica conclusión" se debía a que en el dedo anular de la mano izqauierda del esqueleto, estaba el anillo con el sello familiar de mi tío Felipe...mientras mi padre seguía soltando su rollo sobre ADN, huesos y cosas así me fijé en unas recientes y extrañas huellas húmedas que empezaban debajo de uno de los ventanales del comedor. Las seguí y me condujeron hasta la biblioteca. Entré, sentí un frío sobrenatural. Con más miedo que decisión, terminé junto a un viejo libro que estaba en el escritorio (allí acababnan las huellas). Empecé a leer el libro. Era la biografía de mi bisabuelo Felipe Torcuato X. Una hoja suelta cayó del libro, era una hoja de periódico amarillenta:

     "Muerte misteriosa en el lago de la familia Torcuato: Los investigadores afirman que el cadáver de la niña que apareció ahogada en extrañas circunstancias en el lago Torcuato el pasado día 13 ha desaparecido. -Yo no he tenido nada que ver- dice el propietario de la mansión. Algunos aldeanos dicen que la pasada noche han visto a la niña vagando por el pueblo..."

     Al ver la fotografía de la niña fallecida me quedé estupefacto y salí corriendo hacia el salón. Cuando entré, a ¿Que no sabéis quien estaba allí? ¡¡Mi tío Felipe!!

     Muerto de risa contaba que nos había gastado una broma. El esqueleto, falso. Había mandado a su mayordomo apagar la luz para poder ponerlo en la silla y esconderse. Cuando se me fue el enfado por el susto que me había hecho pasar le felicité por su broma que, aunque de mal gusto, reconocí que había sido muy buena.

     - Pero tío ¿y la niña del cementerio?

     -¿Qué niña?

     -La misma que sale en esta noticia -dije entregándole el recorte de periódico que había encontrado.

     Hubo un silencio sepulcral. Mi tío empezó a temblar de repente señalando hacia la ventana. Miré y vi con horror el rostro de la misma niña del cementerio mirándonos a través del cristal con su cara pálida y el pelo mojado. Al segundo desapareció ...y se fue de nuevo la luz.

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